El Internet de las Cosas (IoT) está ya presente en muchas facetas de nuestras vidas y en entornos con los que nos relacionamos continuamente como las ciudades, los edificios, las industrias, los hogares o los vehículos. En todos los casos, está apareciendo en el mercado una nueva generación de sensores más inteligentes y autónomos con los que se aumenta la capacidad de procesamiento y las posibilidades de los dispositivos IoT.
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Precisamente, los responsables del IoT Solutions World Congress (IoTSWC 2017) identifican algunas claves que están marcando la adopción de estos nuevos sensores que se fusionan con microprocesadores y que producirán a corto plazo un enorme salto cualitativo en el ecosistema IoT. En primer lugar, destacan por su eficiencia y seguridad. En este sentido, los científicos Jesús Pacheco y Salim Hariri, miembros del National Science Foundation Center for Cloud and Autonomic Computing de la Universidad de Arizona (EE.UU.), defienden el incremento de la eficacia de los sensores a través de la integración de IoT con metodologías fog y cloud, las cuales no sólo proporciona el potencial de procesamiento que requieren dichos entornos sino que, además, son capaces de construir un nuevo ecosistema de servicios accesibles y de coste efectivo.
Por su parte, el experto estadounidense en seguridad IoT, Roopak Venkatakrishnan, apela al uso de mecanismos redundantes en los sensores para detectar respuestas anómalas relacionadas con la seguridad. Venkatakrishnan afirma que los sistemas basados en tests de redundancia son más robustos y eficaces frente a ciberataques sofisticados, en comparación con los sistemas de defensas reactivas clásicas que funcionan cuando se conocen los métodos de ataque.
Otra de las características destacadas de estos sensores inteligentes es la integración de microprocesadores, realizando funciones autónomas de calibración y diagnosis. Esta fusión entre el sensor y las funciones de procesamiento de la señal está redefiniendo el panorama de los sensores, que tradicionalmente había estado relegado a elementos discretos como termopares y acelerómetros. Gracias a ello, un sensor inteligente puede hacer uso de la potencia computacional local para procesar e interpretar los datos de manera aislada; tomar decisiones basadas en parámetros físicos mesurables; y establecer la comunicación pertinente. Es más, este tipo de sensores toman decisiones con respecto a qué datos procesar de manera local y qué otros se han de remitir a la nube a través de la infraestructura IoT.
Y a partir de ahí, los sensores tendrán capacidades de comprensión, aprendizaje, predicción, adaptación y potencial para operar de manera autónoma. “Los sistemas pueden aprender y cambiar su comportamiento futuro, dando lugar a la creación de dispositivos y programas más inteligentes. En paralelo, la combinación de potencia computacional, algoritmos avanzados y conjuntos de datos que llegan masivamente para alimentar dichos algoritmos está dando lugar al nacimiento de una nueva era”, concluye David Cearley, vicepresidente y socio de la consultora Gartner Research.
IoT
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